Uno de los puntos más importantes de la vida en una comunidad de vecinos es la limpieza de las zonas comunes. Todos nos hemos cruzado alguna mañana con el personal de los servicios de limpieza de la comunidad, hemos dado los buenos días y nos hemos ido a trabajar sin mayor revuelo.
En un principio, salvo que algún propietario tenga un cuñado que trabaje en una empresa que lo haga a mejor precio, la limpieza de las zonas comunes en una comunidad de propietarios pasa desapercibida. Cuando este supuesto ocurre, comienza un mágico proceso en el cual, no importa la hora ni el lugar, comienzan a aflorar kleenex, papeles de publicidad varios, bricks de zumos, envoltorios de chicles y otros muchos objetos varios de decoración en pasillos y rellanos. De esta forma, la limpieza en las zonas comunes pasa a ser un tema recurrente en el apartado de Ruegos y Preguntas de todas las Juntas de Propietarios.
Otro supuesto más habitual en el que la limpieza de las zonas comunes se pone en jaque se produce cuando, principalmente por culpa de algún vecino moroso, hay que recortar gastos en la comunidad de propietarios. Cuando esto ocurre, la primera opción es hablar con los servicios de limpieza de la comunidad y proponerles espaciar los días de limpieza. En casos extremos, los vecinos deciden que, en lugar de contratar a alguien, ellos mismos se harán cargo del mantenimiento de la comunidad de vecinos.
En este punto, hay que precisar que en las comunidades más pequeñas, es habitual que la limpieza corra a cargo de los propietarios. Pero, aunque parezca justamente lo contrario, este cometido es fuente de discordia cuando se extrapola a las comunidades más grandes.
El proceso organizativo es aparentemente claro, conciso y escandalosamente sencillo: se coge un calendario, se cuentan los pisos por planta, se reparte y marchando. Sin embargo, en la práctica no es tan fácil.
Por una parte, a los inquilinos de los pisos de alquiler ya no les hace tanta gracia… “¿Quién tiene que limpiar, el propietario o yo?” “¿Y me bajarán el alquiler?” Las dudas son punzantes.
Por otra, los buenos propósitos de un día se convierten en las tormentas del mañana. El primer día, todos estamos muy dispuestos a limpiar en nuestro turno por ahorrar en la cuota de la comunidad de vecinos. Sin embargo, al pasar los meses, al que no se le ha puesto malo el niño, se tiene que ir de viaje o sale muy tarde de trabajar. Los turnos comienzan a cambiarse entre los vecinos y, pasados unos meses, sólo limpian tres y cuando les apetece.
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Llegados a este punto, hay dos alternativas: o replanteamos nuestros buenos propósitos, nos ponemos firmes y miramos qué está fallando; o aceptamos la acumulación de polvo como algo inherente a nuestra comunidad. Con arrastrar un poco el pie de vez en cuando o pasar la mano por encima de los extintores y de los buzones para que no se note mucho, debería bastar.
Sin embargo, si los propietarios de tu comunidad de vecinos optáis por esta segunda opción, deberéis seguir unas simples pautas de supervivencia basadas en un sencillo concepto: Las pelusas no son mascotas.
- Queda prohibido dar de comer a las pelusas o echarles comida en los lugares públicos.
- Queda prohibido comprarles juguetes, pelotas o mordedores.
- Es recomendable no ponerles nombres si no queremos encariñarnos en exceso de ellas.
- Queda prohibido traer más pelusas de la calle para fomentar su vida social. Puede derivar en una plaga.
- Queda prohibido crear megapelusas mediante la agrupación de pelusas de talla media. Pueden ser peligrosas.
Hay que tener cuidado con el uso que se espera dar a la acumulación de polvo y pelusas en los pasillos de las comunidades de vecinos. Aunque parezca una buena idea, agrupar bolas de polvo en una bolsa de tela con el fin de confeccionar colchones y almohadas no lo es. Tampoco es muy recomendable utilizar el polvo para elaborar planchas aislantes que aprovechar en el aislamiento térmico de la comunidad.
En resumen, si queremos prescindir de los servicios de limpieza en una comunidad de vecinos, es importante asegurarnos de que el compromiso que adquieren los vecinos es real y de que esta decisión no repercutirá en la buena convivencia de la comunidad o en la salubridad de sus instalaciones.
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