Hay dos cosas inevitables en la vida: la muerte y coincidir con tu vecino en el ascensor. Da igual lo rápido que cierres la puerta del portal de la comunidad de vecinos. Todos lo hemos hecho. Y todos, al final, hemos acabado diciendo aquello de “¿a qué piso vas?”. O peor: pulsando su botón. Es verdad que a veces uno se escapa. Como en una película de terror, entras a trompicones, te dejas el pulgar llamando a tu piso como si te persiguiera el calvo del cuarto y las puertas se cierran muy, muy despacio. Y casi estás a punto de gritar cuando el ascensor se eleva. Y él se queda abajo. Y respiras. Y das gracias al dios Otis. Sin embargo, esto sucede una de cada 10 veces. Las otras nueve, el vecino bricomanía entra con las bolsas del Leroy Merlin. O eres tú el que abre y pillas al vecino discoteca tratando de huir. Hay pocos lugares que se parezcan más a un after que una comunidad de vecinos o de propietarios. Todos juntos y bajo el mismo techo y cada cual de su piso. Pero dentro del ascensor pueden pasar más cosas. Ojo.
¿Qué vamos a ver?
Cuando las isobaras no están de tu lado
¿Y si no llueve? ¿Y si no hace sol? ¿Y si el tiempo no está loco? ¿De qué demonios hablas? Uno de los peligros de compartir espacio vital en un ascensor es quedarte encerrado y no tener tema de conversación. Aunque casi mejor: así no gastas oxígeno. Pero tampoco te convalidan el título de meteorólogo.
Que tu vecino sea del Madrid y tú del Barcelona (o viceversa)
Messi no ha estado acertado. O Cristiano ha fallado un penalti en el último suspiro. Total, que uno de los dos ha perdido el clásico. Y puede que tú hayas gritado los goles. O él. Y que al bajar para olvidarte -o celebrar- el resultado, coincidáis. Ese silencio incómodo. O puede que te restriegue los goles y encima deba tres cuotas y te gorronee el wifi.
Convertirte en un punto del día de la próxima junta de vecinos
Entra alguien y a ti te da un ataque de risa. Como en el funeral de tu tía Amparo. Está feo. Pero no puedes evitar reírte. ¿Por qué? No lo sabes. Tal vez el vecino con el que compartes espacio vital en el ascensor tenga un ligero parecido a alguien. O puede que tu acompañante haya dicho algo antes de coincidir y aún te estés riendo. O puede simplemente que te rías porque sí. Y en la próxima junta de vecinos seas tú el punto del día.
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Atrapados en el ascensor
Y no precisamente para hacer el amor. Principios de julio y al abrir la puerta te encuentras con los Alcántara al completo junto con el cuñado y la novia. Y hasta el canario. Y te dicen que pases. Pero tú sabes que no cabes. Y la abuela que te tira del brazo. Y entras. Y cabes pero encajonado entre maletas. El cuñado. Y otro vecino que pasaba por ahí. Y alguien dice: “Creo que hemos superado el peso máximo. ¿Y si nos quedamos atrapados?”. Y sudas. Mucho.
Fotografía vía Pinterest
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